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viernes, 13 de agosto de 2010

MULTIPLICAR LOS AMBIENTES QUE SON "ESCUELAS DE COMUNION"


Multiplicar los ambientes que son “escuelas de comunión”
Quilmes (Buenos Aires), 13 Ago. 10 (AICA)
Comedor parroquial

Jesús exhorta a “no acumular bienes sino venderlos y darlos a los pobres; y que los responsables de la comunidad no exploten a nadie, sino que se preocupen de distribuir con justicia lo que la gente necesita” y “en cada época de la historia esta praxis ha sido modelo y estímulo para la renovación de la Iglesia. Es el espejo en el cual también nosotros hemos de mirarnos”, dijo en su homilía del domingo el obispo de Quilmes, monseñor Luis Stöckler.

El prelado hizo esta afirmación luego de mencionar un “acuerdo común” que los hebreos establecieron cuando salían de la esclavitud de Egipto: “el acuerdo de compartir igualmente los mismos bienes y los mismos peligros. El pueblo elegido de Dios, pobre e indefenso entre las naciones poderosas, tenía este designio: iniciar un orden nuevo en la convivencia de los hombres. Un orden que Jesús llamaría Reino de Dios”.
Indicó que “conociendo la voluntad del Señor, debemos procurar de tener las cosas preparadas y obrar conforme a lo que Él ha dispuesto”, y explicó que “los que creen realmente en el Reino saben que el mismo no se limita a esta nuestra corta vida” sino que “todo lo que compartimos ahora con generosidad, se acumula como un tesoro y nos aguarda en el cielo”.
En ese sentido destacó que a veces “podemos ver de cerca, ya aquí, algo de este cielo prometido, donde hay cristianos que buscan en serio la comunión y comparten las alegrías y las penurias de la vida: En comunidades religiosas, en la bondad de los enfermeros en los Cotolengos, en la dedicación amorosa a los niños en los campamentos de Cura Brochero, en las convivencias alegres de nuestros hermanos discapacitados, en la atención delicada a los pobres en muchas comunidades”.
Por ese motivo, tras afirmar que “estos ambientes son verdaderas escuelas de comunión”, llamó a “multiplicarlos” y tratar de “llegar a tales acuerdos comunes también en los lugares donde se desenvuelve nuestra vida de todos los días”.+

Texto completo de la homilía
UN COMÚN ACUERDO
Homilía de monseñor Luis T. Stöckler, obispo de Quilmes, para el 19º domingo durante el años (8 de agosto de 2010)

Para comprender el evangelio de hoy, la liturgia nos remite al libro de la Sabiduría donde habla de “un común acuerdo como ley divina”, que los hebreos establecieron cuando salían de la esclavitud de Egipto: el acuerdo de compartir igualmente los mismos bienes y los mismos peligros. El pueblo elegido de Dios, pobre e indefenso entre las naciones poderosas, tenía este designio: iniciar un orden nuevo en la convivencia de los hombres. Un orden que Jesús llamaría Reino de Dios. Él, el Mesías esperado, iba a dar continuidad y cumplimiento a esta misión. Y el pequeño rebaño de sus discípulos era su comienzo. Junto a Jesús, ellos estaban llamados a renovar aquel acuerdo del éxodo: de compartir los mismos bienes y los mismos peligros. Por eso, Jesús los exhorta a no acumular bienes sino venderlos y darlos a los pobres; y que los responsables de la comunidad no exploten a nadie, sino se preocupen de distribuir con justicia lo que la gente necesita. Los Hechos de los Apóstoles son un testimonio de este orden nuevo de las primeras comunidades que ponían en práctica la enseñanza de Jesús. En cada época de la historia esta praxis ha sido modelo y estímulo para la renovación de la Iglesia. Es el espejo en el cual también nosotros hemos de mirarnos.
Con la parábola de los servidores, que están a cargo de la casa mientras su dueño se ha ido a la fiesta de una boda, el evangelio nos señala que es en los momentos en que no se siente la cercanía del Señor, cuando los discípulos tienen que dar la prueba de su fidelidad. Cuando Jesús dice: “Estén preparados, ceñidas las vestiduras”, alude a aquella noche de Pascua, cuando los hebreos establecieron el acuerdo de compartirlo todo. Porque en cada instante debemos estar listos para partir. “El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan” nos advierte la segunda carta de San Pedro, “sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El Día del Señor llegará como un ladrón” (2 P 3, 9-10).
De todos modos, aunque este Día no llegue durante los pocos años de nuestra estadía en la tierra, conociendo la voluntad del Señor, debemos procurar de tener las cosas preparadas y obrar conforme a lo que Él ha dispuesto. Los que creen realmente en el Reino saben que el mismo no se limita a esta nuestra corta vida. Todo lo que compartimos ahora con generosidad, se acumula como un tesoro y nos aguarda en el cielo. Como los patriarcas de nuestra fe que murieron sin alcanzar el cumplimiento de las promesas, nosotros también, ahora ya, las saludamos de lejos, y reconocemos que somos extranjeros y peregrinos en la tierra.
A veces, gracias a Dios, podemos ver de cerca, ya aquí, algo de este cielo prometido, donde hay cristianos que buscan en serio la comunión y comparten las alegrías y las penurias de la vida: En comunidades religiosas, en la bondad de los enfermeros en los Cotolengos, en la dedicación amorosa a los niños en los campamentos de Cura Brochero, en las convivencias alegres de nuestros hermanos discapacitados, en la atención delicada a los pobres en muchas comunidades. Estos ambientes son verdaderas escuelas de comunión. Busquemos multiplicarlos y tratemos de llegar a tales acuerdos comunes también en los lugares donde se desenvuelve nuestra vida de todos los días.

Luis T. Stöckler, obispo de Quilmes
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