La diócesis de Quilmes recordó a su primer obispoQuilmes (Buenos Aires), 13 Jul. 10 (AICA)
Bendición del mural en memoria de Mons. Novak
Mons. Luis T. Stöckler y Mons. Marcelo Colombo, durante la misa en memoria de Mons. Novak
El viernes 9 de julio, en la catedral de la Inmaculada Concepción, se celebró una misa en memoria del primer obispo de Quilmes, monseñor Jorge Novak, a nueve años de su fallecimiento, que estuvo presidida por su sucesor, monseñor Luis T. Stöckler.Antes de la celebración, monseñor Marcelo Colombo, obispo de Orán y ex párroco de la catedral quilmeña, junto con el artista Guillermo Roca, presentaron la obra “Las Bienaventuranzas”, unos bajos relieves que se exponen sobre las columnas de las nave central del templo.
En el marco del homenaje al extinto obispo, el mismo viernes por la mañana, monseñor Stöckler bendijo un mural que se instaló en el Parque de la Ciudad “Padre Obispo Jorge Novak”, de Quilmes. La obra de arte fue encargada por el Intendente municipal Francisco Gutiérrez a la artista Lilian Luciano.
Las Bienaventuranzas no son utopías, son secretos de felicidad
En su homilía, monseñor Stöcler recordó unas palabras de su antecesor, que sostenía que “las Bienaventuranzas no son utopías de un soñador ausente de la historia ajetreada de los hombres” sino que “son fórmulas precisas, posibles y obligadas. Son criterios y secretos de felicidad, para gozarla e irradiarla”.
Y también: “En mi lucha por la justicia me inspiro en la Palabra de Dios y en el Magisterio de la Iglesia como parte de mi ministerio evangelizador. Gravísimos atropellos a la dignidad de la persona humana, vengan de donde vinieren, de las organizaciones terroristas o de estrategias impuestas por un Estado totalitario, han de quedar sometidos al fallo de la administración de justicia contemplada en el orden constitucional: de lo contrario la paz será aparente, de corta duración y apenas una tregua a la que seguirán nuevas violencias”.
Al respecto, el actual pastor advirtió que “ya han pasado más de cinco lustros desde aquellos tiempos oscuros de nuestra historia, y sentimos que la reconciliación de nuestro pueblo no ha sido lograda todavía”.
“Quienes han conocido a monseñor Novak -afirmó-, pueden atestiguar que estas consideraciones son un reflejo fiel de su propia persona y que verifican la expresión suya que escuchamos al comienzo: ‘Las Bienaventuranzas son secretos de felicidad, para gozarla e irradiarla’. Los que adoptan, como él lo hizo, los criterios del Sermón de la Montaña, no son para nada infelices, sino que irradian un gozo que es propio de los que tienen fe. A los pobres, los mansos, los que lloran, los misericordiosos, los que luchan por la paz, los rectos de corazón, los que tienen hambre y sed de justicia y hasta los perseguidos a causa del evangelio; Jesús los llama bienaventurados y felices no solamente por lo que les aguarda en el futuro, sino por recibir ya ahora un anticipo de lo prometido. Porque la felicidad del Reino se inicia ahora”.
En ese sentido, monseñor Stöckler consideró que “en el fondo, las Bienaventuranzas responden a los anhelos profundos del hombre” y llamó a que “cada uno se pregunte cuál es su acceso a la felicidad”. Por ejemplo, “si quieres entrar en el Reino de los Cielos, no acumules riquezas sino busca el bien común, y el Señor mismo será la parte de tu herencia”.
“Si sueñas con un mundo en que Dios sea reconocido por todos, prepárate para sufrir por practicar su ley en el ambiente público. Pero ahora ya sentirás que perteneces al Reino y que Cristo está a tu lado”, dijo en referencia a la frase “Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos”.
Por último, tras afirmar que “el aporte nuestro para el Bicentenario y la reconciliación no puede ser otro que el mismo evangelio”, pidió a Dios que “nuestra Iglesia particular sea coherente con lo que aprendimos con su primer Pastor, que seguramente sigue velando por nosotros”.+
Texto completo de la homilía
EL POSTULADO DE LAS BIENAVENTURANZAS
Homilía de monseñor Mons. Luis T. Stöckler, obispo de Quilmes, a los 9 años de la muerte de Mons. Novak (9 de julio de 2010)
“Las Bienaventuranzas no son utopías de un soñador ausente de la historia ajetreada de los hombres. Son fórmulas precisas, posibles y obligadas. Son criterios y secretos de felicidad, para gozarla e irradiarla”. Esta expresión de Mons. Novak, tomada de una homilía dirigida a los laicos de la Acción Católica, dos años antes de su muerte, refleja la convicción profunda que subyacía a su protagonismo en el ámbito eclesial y social. “Nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia”, decía él, citando a San Pedro (2 P 3, 13), y agregaba: “Si estamos firmemente comprometidos con el programa de las Bienaventuranzas, iniciamos la puesta en marcha de esta profecía” (31-10-99).
Con estas expresiones, formuladas en tiempos de la democracia, el obispo no quiso invitar al olvido de los años violentos de nuestra Argentina. Él estaba plenamente identificado con el Documento “Iglesia y Comunidad Nacional” que ya en 1981 afirmaba: “La reconciliación ha de estar basada en la justicia. Sería una burla arrojar sobre la persistencia de la injusticia el manto de una falaz reconciliación” (ICN 201). Y el año siguiente, antes de la vuelta a la democracia, él presentó en una reunión de religiosos la Declaración “Camino de Reconciliación” de la misma Conferencia, que dice: “La reconciliación necesita de la verdad, aunque a veces sea dolorosa, porque ocultarla impediría la curación y la salud de la Patria. Ha de ser proclamada sin amargura, recibida con humildad y desprendimiento, madurada con seriedad, y asumida con amor y coraje. Todos debemos aceptar entrar en ‘estado de conversión’ para que cada uno sea garantía del ‘estado de derecho’” (10). Coherente con este pensamiento de la Iglesia Argentina, decía Mons. Novak en 1989: “En mi lucha por la justicia me inspiro en la Palabra de Dios y en el Magisterio de la Iglesia como parte de mi ministerio evangelizador. Gravísimos atropellos a la dignidad de la persona humana, vengan de donde vinieren, de las organizaciones terroristas o de estrategias impuestas por un Estado totalitario, han de quedar sometidos al fallo de la administración de justicia contemplada en el orden constitucional: de lo contrario la paz será aparente, de corta duración y apenas una tregua a la que seguirán nuevas violencias
Ya han pasado más de cinco lustros desde aquellos tiempos oscuros de nuestra historia, y sentimos que la reconciliación de nuestro pueblo no ha sido lograda todavía. Es bueno recordar lo que el obispo dijo en aquella homilía dirigida a la Acción Católica. Se detuvo en algunos postulados que Jesús involucra en la lista de sus bienaventuranzas. Como por ejemplo:
- “Felices los mansos”: “En un período histórico”, decía, “marcado con tantas violencias, con tanta inseguridad, con tanta injusticia, el seguidor de Cristo ha de construir una sociedad que merezca el distintivo de comunidad cristiana. El seguidor e imitador de Cristo se atendrá a la indicación del Maestro: ‘Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón’ (Mt 11, 29). La mansedumbre no excluye las convicciones y la perseverancia en las acciones. Será eco fiel del Servidor de Dios, Jesús: ‘no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra’ (Is 42, 4)”.
- “Felices los que trabajan por la paz”, es otra de las bienaventuranzas que propuso a los laicos: “La Iglesia ha hecho de la causa de la paz uno de los objetivos preferenciales de su servicio a la humanidad. La historia no ha de volver a bañarse en ríos y mares de sangre: la guerra es condenable siempre y en la forma más categórica. Defendemos y promovemos la paz de las familias, en base al trabajo salubre, seguro y remunerado en justicia. De la familia nace la paz.” El obispo inculcaba en esta homilía: “Ustedes retendrán este anuncio profético, que Cristo asumió como misión suya, expresada en la palabra del profeta Isaías: ‘La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre’ (Is 32, 17)”.
Quienes han conocido a Mons. Novak, pueden atestiguar que estas consideraciones son un reflejo fiel de su propia persona y que verifican la expresión suya que escuchamos al comienzo: “Las Bienaventuranzas son secretos de felicidad, para gozarla e irradiarla”. Los que adoptan, como él lo hizo, los criterios del Sermón de la Montaña, no son para nada infelices, sino irradian un gozo que es propio de los que tienen fe. A los pobres, los mansos, los que lloran, los misericordiosos, los que luchan por la paz, los rectos de corazón, los que tienen hambre y sed de justicia y hasta los perseguidos a causa del evangelio; Jesús los llama bienaventurados y felices no solamente por lo que les aguarda en el futuro, sino por recibir ya ahora un anticipo de lo prometido. Porque la felicidad del Reino se inicia ahora.
En el fondo, las Bienaventuranzas responden a los anhelos profundos del hombre. Por eso, cada uno se pregunte cuál es su acceso a la felicidad.
- Si quieres entrar en el Reino de los Cielos, no acumules riquezas sino busca el bien común, y el Señor mismo será la parte de tu herencia. “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos.”
- Si estás hundido en la tristeza y te sientes solo, no te aísles sino busca a otro que sufre la misma aflicción para consolarlo, como lo hizo Jesús que acudió a la casa de Marta y María cuando estaban llorando la muerte de Lázaro. Y tú mismo recibirás consuelo. “Felices los afligidos, porque serán consolados.”
- Si estás sufriendo por la desigualdad de las oportunidades en la sociedad, no cedas a la tentación de la violencia, pide al Señor la fortaleza de poder resistir a la violencia propia y ajena. “Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.”
--Si tu reclamo profundo es un mundo de verdadera hermandad, entrégate a la causa de los demás. Y ya ahora tu hambre y sed de justicia recibirá satisfacción a pesar de la incomprensión. “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.”
- Si te sientes muy débil y miserable, sé comprensivo y misericordioso para con el pecador y excluido. Y ya ahora tu mismo sentirás la misericordia de Dios que ama a los humildes. “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.”
- Si anhelas estar en intimidad con Dios y verlo, déjate mirar por él y ábrele con confianza tu corazón. Y él purificará tus ojos para que lo puedas contemplar. “Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.”
- Si quieres que el Padre providente te quite los miedos y la inseguridad, trabaja por la paz entre los hombres. Y harás la experiencia de ser hijo o hija de él y de tener muchos hermanos. “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.”
- Si sueñas con un mundo en que Dios sea reconocido por todos, prepárate para sufrir por practicar su ley en el ambiente público. Pero ahora ya sentirás que perteneces al Reino y que Cristo está a tu lado. “Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos.”
El aporte nuestro para el Bicentenario y la reconciliación no puede ser otro que el mismo evangelio. Pidamos al Señor que nuestra Iglesia particular sea coherente con lo que aprendimos con su primer Pastor, que seguramente sigue velando por nosotros. Que María, llamada feliz por todas las generaciones, nos acompañe en el camino de las Bienaventuranzas.
Mons. Luis T. Stöckler, obispo de Quilmes
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