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lunes, 24 de noviembre de 2014

Mons. Tissera advirtió: "La droga es un monstruo grande y pisa fuerte"

Mons. Tissera advirtió: "La droga es un monstruo grande y pisa fuerte"
 Lunes 24 Nov 2014 | 09:54 am
 Jóvenes que se recuperan de las adicciones junto a sus familias

Quilmes (Buenos Aires) (AICA): “La droga es ‘un monstruo grande y pisa fuerte’, parafraseando a León Gieco. Es como la guerra, que todo lo destruye. Es sinónimo de muerte”, advirtió el obispo de Quilmes, monseñor Carlos José Tissera, al presidir la XIX Misa de la Esperanza en el predio donde se encuentra el monumento a los Caídos en las Islas Malvinas, en el Cruce Varela. El prelado criticó a quienes afirman que las drogas son ¨inofensivas¨, se solidarizó con todas aquellas personas que de manera directa como indirectamente sufren a causa de la adicción a las drogas y el narcotráfico, y alentó a “no bajar los brazos” a quienes luchan contra este flagelo.

 “La droga es ‘un monstruo grande y pisa fuerte’, parafraseando a León Gieco. Es como la guerra, que todo lo destruye. Es sinónimo de muerte”, advirtió el obispo de Quilmes, monseñor Carlos José Tissera, al presidir la XIX Misa de la Esperanza en el predio donde se encuentra el monumento a los Caídos en las Islas Malvinas, en el Cruce Varela.
 Unas 4.000 personas participaron de esta celebración eucarística en el centro geográfico de la diócesis, en donde confluyen los tres partidos que la componen: Berazategui, Florencio Varela y Quilmes.
 El prelado se solidarizó con todas aquellas personas que de manera directa como indirectamente sufren a causa de la adicción a las drogas y el narcotráfico, y alentó a “no bajar los brazos” a quienes luchan contra este flagelo.
 La misa fue concelebrada por monseñor Fernando Maletti, obispo de Merlo-Moreno, y un centenar de sacerdotes.
 Durante la Eucaristía, un grupo de jóvenes que se está recuperando de la adicción a las drogas brindó su testimonio sobre las adicciones en su vida. También acompañaron un grupo de veteranos de Malvinas y el intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra.
 Monseñor Tissera advirtió que “la realidad de las familias de los barrios y ciudades de nuestra diócesis, y del país, necesita medidas urgentes. Si las dirigencias políticas y sociales no toman medidas perentorias costará mucho tiempo y sangre erradicar estas mafias que han ganado espacios cada vez más vastos”.
 “Entiendo que la agenda política debe responder a las necesidades de la gente. Defender a las familias del monstruo de la droga, es una necesidad de nuestra gente. Y con más razón una necesidad de los más pobres e indefensos, que jamás podrían comprar la droga que erróneamente algunos califican como ‘inofensiva’, y entonces, será el ‘paco’ el que seguirá quemando el cerebro de lo más tierno de nuestra sociedad. A veces la ambición del poder, en cualquiera de sus formas, hace olvidar la necesidad de los humildes”, sostuvo.
 El prelado felicitó a la Pastoral de Adicciones de la diócesis de Quilmes, de la Vicaría de la Solidaridad, con su delegado el presbítero Diego Morinigo; a la Fundación "Fazenda de la Esperanza" y Comisión de apoyo; a los centros de rehabilitación de adictos de tantas instituciones confesionales o civiles, a los Centros Preventivos Locales de las Adicciones (CePLAs), a las Casas Educativas Terapéuticas (CETs) creadas y apoyadas por Sedronar, a los clubes barriales y diversas ONG que colaboran en la educación, prevención y asistencia a las víctimas. También “todo el trabajo pastoral de nuestras capillas y parroquias, que en relación con la Pastoral de Adicciones promueven la contención de las familias, el acompañamiento y la reinserción social de los adictos”.
 Tras insistir en pedir que "la droga no nos robe la esperanza", animó a todos los que buscan una salida: “A los que han caído en el consumo, te decimos: ‘Podés levantarte; podés comenzar de nuevo; Jesús carga con vos tu cruz; pero dejate ayudar. Saldrás, pero nunca solo’”.
 “Ayudémonos entre todos. Salgamos de nuestra privacidad cómoda, y estemos unidos junto a los más frágiles y débiles. Sigamos con los que reclaman un pedazo de tierra para vivir dignamente; sigamos acompañando el dolor de los que pierden a sus hijas por el negocio abominable de la trata de personas; sigamos apoyando las políticas de verdadera inclusión”, concluyó.+

 Texto completo de la homilía
"Que la droga no nos robe la esperanza" 
Homilia de monseñor Carlos José Tissera, obispo de Quilmes, en la 19ª Misa de la Esperanza (Cruce Varela, sábado 22 de noviembre de 2014) 

 Hermanas y hermanos: 

 Una vez más estamos reunidos para proclamar nuestra fe en Jesús, nuestra Esperanza. Venimos a celebrar a Cristo Rey del Universo, que con sus palabras y su vida nos ha enseñado en qué consiste su Reino: vida plena, verdad, justicia, libertad, amor y paz. 
 El Reino de Dios ya ha comenzado con la primera venida de Jesús, que murió y resucitó. Su Reino aún no ha llegado a su plenitud. Por eso caminamos en la esperanza aclamando: "¡Ven Señor Jesús!".
 El evangelio que acabamos de escuchar nos enseña de cómo hemos de estar prevenidos para la llegada del Señor, al final, en la plenitud de los tiempos. Como dice el místico San Juan de la Cruz: "En el atardecer de nuestra vida, seremos juzgados en el amor". Releyendo esta parábola de Jesús notamos que las preguntas se refieren a los que hicimos o dejamos de hacer por los demás. Más nos sorprende que los elogiados por sus obras de misericordia se asombran, porque ellos no las hicieron con una intención religiosa, las hicieron espontáneamente; no las hicieron descubriendo a Cristo en los demás: "¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?". Este relato del Juicio final no nos invita a obrar por miedo. Más bien nos recuerda que la mejor manera de preparar un buen futuro es vivir bien el presente, haciendo el bien; vivir en el amor. Nuestra vida tiene sentido cuando vivimos en el amor. "La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás" (DA 360) 
 Un ejemplo de esos discípulos misioneros que se jugaron en el amor al prójimo es el Padre Obispo Jorge Novak, quien tuvo la inspiración de celebrar esta Misa de la Esperanza desde 1996. Coherente con su respeto a las instituciones de la democracia, por la que tanto luchó, y a los principios que rigen las relaciones de la Iglesia y el Estado según el espíritu del Concilio Vaticano II, Novak no dejó de denunciar aquello que ofendía la dignidad humana, que hacía crecer la pobreza, que condenaba a la muerte o a la marginación a miles de argentinos. Por eso, cuando convocó a esa primera Misa de la Esperanza decía: 
 "Nuestra manifestación tiene un carácter estrictamente religioso. No interpretamos a sectores sociales determinados (políticos, sindicales, profesionales...) Abarcamos a todos nuestros fieles y a los vecinos que quieran sumarse a esta convergencia humana, en la que expresamos el dolor y la esperanza de todos los niños, de todos los jóvenes, de todos los jubilados, de todos los padres y madres de familias que atraviesan una gran angustia existencial... Nuestra presencia en un lugar público, en un país que respeta la libertad religiosa, equivale también a un llamado urgente a la sociedad toda. Un llamado a cambiar el rumbo de los hechos que causan víctimas indefensas en la población. Apelamos a devolver a la convivencia las características humanitarias de respeto a todos, especialmente a los más humildes, que fueron notas distintivas en nuestra tradición nacional" (Cfr. Liberti, Luis. "Jorge Novak, testigo y sembrador de esperanza". Artículo del P. Marcelo Colombo).
 En esta 19ª Misa de la Esperanza nos convoca este lema: "Que la droga no nos robe la esperanza". 
 El Padre Obispo Jorge Novak, quien no llegó a vivir los momentos dramáticos de la crisis de fines de 2001, pocos meses antes de morir decía en un comunicado: "la violencia y la droga se han instalado en nuestros barrios. Además de la crítica situación social no cabe duda que hay una estrategia teledirigida desde la concentración del poder en el mundo y que cuenta con testaferros fidelísimos e incondicionales en nuestro país". Esta es la apreciación de un pastor, que está en contacto con la gente, que escucha sus dolores y preocupaciones reales y a la vez, conocedor de la realidad global.
 Años después, los obispos de Latinoamérica y del Caribe, en Aparecida (2007), dijeron: "El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige especialmente en tres direcciones: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales para reprimir esta pandemia" (DA 422) 
 El año pasado, los obispos de la Argentina, nos expresamos sobre el drama de la droga y del narcotráfico. Puedo decir que es lo que escucho tantas veces cuando visito nuestros barrios en distintas ocasiones, o lo que me cuentan en el obispado tantas personas. Madres y padres que no saben cómo ayudar a sus hijos que han caído en el consumo. Temor por lo que ven en las calles. Miedo de hablar. Muertes por enfrentamientos de grupos que comercian. Dolor de padres que pierden a sus hijos por sobredosis. El desaliento de los jóvenes que quieren trabajar honestamente, y ven cómo otros pares ganan dinero, tienen una moto u otras cosas, sin ningún esfuerzo o trabajo, enredados en turbios negocios. Como decía ese documento: "cuando este mal se instala en los barrios destruye las familias, siembra miedo y desconfianza entre los vecinos, aleja a los chicos y a los jóvenes de la escuela y el trabajo. Tarde o temprano algunos son captados como ayudantes del "negocio". Hay gente que vende droga para subsistir, sin advertir el grave daño que se realiza al tejido social y a los pobres en particular" (CEA. "El drama de la droga y el narcotráfico", 3). 
 El Papa Francisco, expresó a los participantes de la 31ª Conferencia Internacional contra el Narcotráfico, reunida en Roma, del 17 al 19 de junio: "La droga es un mal y ante el mal no se puede ceder ni tener compromisos. Quisiera decirlo claramente: la droga no se vence con la droga... Quiero reiterar lo que dije en otra ocasión: No a cualquier tipo de droga. Simplemente. No a cualquier tipo de droga. Pero para decir este "no", hay que decir "si" a la vida, sí al amor, sí a los demás, sí a la educación, sí al trabajo, sí a más oportunidades de trabajo". "Las oportunidades de trabajo, la educación, el deporte, la vida sana; este es el camino que lleva a la prevención de la droga. Si estos "síes" se hacen realidad no hay espacio para las drogas, para el abuso del alcohol, para otros tipos de adicciones". 
 La realidad de las familias de los barrios y ciudades de nuestra diócesis, y del país, necesita medidas urgentes. Si las dirigencias políticas y sociales no toman medidas perentorias costará mucho tiempo y sangre erradicar estas mafias que han ganado espacios cada vez más vastos. "Es cierto que el desafío es enorme y el poder de corrupción y extorsión de los grupos criminales es grande. Pero no es verdad que "nada se puede hacer". La complejidad de este tema es tal que solo será abordado eficazmente por medio de amplios consensos sociales que deriven en políticas públicas de corto, mediano y largo alcance". (CEA. Doc. Cit. 6-7). 
 Entiendo que la agenda política debe responder a las necesidades de la gente. Defender a las familias del monstruo de la droga, es una necesidad de nuestra gente. Y con más razón una necesidad de los más pobres e indefensos, que jamás podrían comprar la droga que erróneamente algunos califican como "inofensiva", y entonces, será el "paco" el que seguirá quemando el cerebro de lo más tierno de nuestra sociedad. A veces la ambición del poder, en cualquiera de sus formas, hace olvidar la necesidad de los humildes. 
 "Que la droga no nos robe la esperanza". La droga es "un monstruo grande y pisa fuerte", parafraseando a León Gieco. Es como la guerra, que todo lo destruye. Es sinónimo de muerte. Muchos dicen que nada se puede hacer. Un ejemplo de lucha y de paciencia en el combate fue y será nuestro querido P. Obispo Jorge y tantas hermanas y hermanos que vivieron el embate de tantas injusticias y flagelos que atentaban a la dignidad humana. "Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota... Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo" (EG 87). Se trata de encender una luz en la oscuridad. De vencer el mal a fuerza de bien. Ese es el camino del creyente, de una mujer y de un hombre de esperanza. Es lo que nos anima para no bajar los brazos, y vivir esa Palabra divina: "Tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estaba de paso y me alojaron; desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a ver". 
 La esperanza nos sostiene en el amor real y constante, muchas veces hasta el heroísmo de la incomprensión, la difamación y de la entrega de la propia vida. La oración confiada, animada por el Espíritu Santo, es la que nos dispone a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. 
 Por eso, desde aquí, en esta Misa de la Esperanza, alentamos y felicitamos a la Pastoral de Adicciones de la Diócesis, de la Vicaría de la Solidariad, con su delegado el P. Diego Morinigo; a la Fundación "Fazenda de la Esperanza" y Comisión de apoyo; a los centros de rehabilitación de adictos de tantas instituciones confesionales o civiles, a los Centros Preventivos Locales de las Adicciones (CePLAs), a las Casas Educativas Terapéuticas (CETs) creadas y apoyadas por Sedronar, a los clubes barriales y diversas ONG que colaboran en la educación, prevención y asistencia a las víctimas. Todo el trabajo pastoral de nuestras capillas y parroquias, que en relación con la Pastoral de Adicciones promueven la contención de las familias, el acompañamiento y la reinserción social de los adictos.
 Merece el reconocimiento de toda la sociedad la dedicación y la entrega de tanta gente generosa que colaboran en las comunidades terapéuticas, en los talleres de capacitación de agentes pastorales para prevenir las adicciones o recuperar a los adictos, contenerlos y promoverlos. Son ellos los que se acercan y tocan el cuerpo herido de Jesús en las personas de los adictos y sus familias. Gracias por todo el trabajo que realizan. Ojalá encuentren ayuda y apoyo en la sociedad y en el Estado. 
 Así como el año pasado mencionábamos y felicitábamos la labor valiente y generosa de fiscales y agentes pastorales que se jugaban en lo referente a la trata de personas, valoramos y elogiamos a aquellas personas que se juegan por el pueblo defendiéndolo del flagelo de la droga. 
 La cruda realidad nos está mostrando muchos hermanos y hermanas a la orilla del camino. Por suerte, hay buenos samaritanos que curan sus heridas y los cargan sobre sus hombros, comprometiéndose con ellos y sus familias. 
 "Que la droga no nos robe la esperanza". Alentamos desde aquí a todos los que buscan una salida. A los que han caído en el consumo, te decimos: "Podés levantarte; podés comenzar de nuevo; Jesús carga con vos tu cruz; pero dejate ayudar. Saldrás, pero nunca solo". 
 Alentamos a los que no bajan los brazos en esta lucha: 
 •A las madres que se organizan para ayudar a sus hijos 
 •A los padres que reclaman justicia ante la muerte temprana 
 •A los amigos que no se cansan de estar cerca y de insistir sin desanimarse 
 •A los comunicadores que hacen visible esta problemática a la sociedad 
 •A los docentes que cotidianamente orientan y contienen a los jóvenes 
 •A los sacerdotes, consagradas, consagrados y laicos que en nuestra comunidades brindan espacios de dignidad humana 
 •A los miembros de fuerzas de seguridad y funcionarios de otras estructuras del estado que aún a riesgo de su vida no se desentienden de los que sufren 
 •A todos los que resisten la extorsión de las mafias 
"Que la droga no nos robe la esperanza". Junto a Jesús que perdonaba a los que lo crucificaron, también rogamos por la conversión de los que viven del sufrimiento y de la destrucción de tantos chicos y chicas. Pedimos al Señor, anhelando una justicia más eficiente que erradique sin demora tanta impunidad. 
 No dejemos que nos roben la esperanza. Queremos ver niños alegres y jóvenes entusiastas y generosos en nuestros barrios. Que la droga no les robe sus ganas de vivir plenamente. Si matan y adormecen los sueños de nuestros jóvenes ¿qué futuro habrá? 
 Ayudémonos entre todos. Salgamos de nuestra privacidad cómoda, y estemos unidos junto a los más frágiles y débiles. Sigamos con los que reclaman un pedazo de tierra para vivir dignamente; sigamos acompañando el dolor de los pierden a sus hijas por el negocio abominable de la trata de personas; sigamos apoyando las políticas de verdadera inclusión. 
 Que la Virgencita de Luján, nos acompañe en la construcción de la cultura del encuentro y la solidaridad, buscando hacer realidad el sueño de nuestro Padre Obispo Jorge: "la civilización del amor". 

 Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes

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